Currículo de Lengua castellana y literatura (competencias específicas): reales decretos de ESO y Bachillerato (y iii)

Luengo Horcajo, F., Hernández-Ortega, J., Clavijo Ruiz, M., & Gómez Alfonso, J. A. (2021). Fortalezas y debilidades de la propuesta curricular LOMLOE. Proyecto Atlántida. Avances En Supervisión Educativa, (35). https://doi.org/10.23824/ase.v0i35.723

0. En dos artículos anteriores (1 y 2) me he referido a algunos aspectos generales del diseño curricular de ESO y Bachillerato. En esta otro apunte voy a compartir algunas reflexiones sobre el currículo de una materia, la mía, que es Lengua castellana y Literatura.

1. En primer lugar, para ambas etapas se describen diez competencias específicas, vinculadas, como ya explicamos en otro artículo, a diferentes descriptores de las ocho competencias clave. Así, recordamos, para el trabajo y desarrollo en el aula de las diferentes competencias clave a un profesor de Lengua castellana y Literatura le basta con tomar como referentes para su acción educativa las competencias específicas de su materia.

Como ya señalamos allí, puesto que esas competencias específicas son los referentes para toda la etapa, se facilitan normativamente varios criterios de evaluación que concretan y detallan esas competencias específicas en la descripción de cada curso de la etapa (caso del Bachillerato) o bien para cada bienio de la etapa (caso de la ESO). Esa concreción de la competencia específica que es el criterio de evaluación obliga al profesorado de la materia, para evaluar a su alumnado, a manejar más de veinte criterios de evaluación diferentes. Reitero lo expuesto en ese artículo anterior. Considero preferible perder detalle y precisión (es decir, prescindir del criterio de evaluación) en beneficio de la operatividad, en un aula y curso reales. A saber, el profesorado de la materia sí podría dotarse de herramientas digitales que facilitarán su tarea evaluadora para las diez competencias específicas, ligadas automática y normativamente, a los correspondientes descriptores de las ocho competencias clave, pero debería más que duplicar ese esfuerzo y su correspondiente carga de trabajo si incorpora en su práctica diaria como referentes los criterios de evaluación.

2. Por lo que se refiere a la exposición de cada una de las diez competencias específicas, llama la atención, en relación a currículos anteriores, que se haya formulado como una competencia específica propia la relativa al conocimiento y valoración actitudinal de la diversidad lingüística y dialectal de España, y del mundo. En ambos currículos de ESO y Bachillerato esta competencia específica ocupa el primer lugar. Y esta prioridad que se le concede tiene su reflejo también en los saberes básicos de la materia, puesto que esta competencia específica se liga claramente con uno, el primero, de los cuatro bloques de contenidos en que se divide la materia: «Las lenguas y sus hablantes»; «Comunicación»; «Educación literaria» y «Reflexión sobre la lengua». Probablemente, esta formulación de esta primera competencia específica responde a la situación sociopolítica española en relación, fundamentalmente, a las lenguas de España diferentes del castellano o español. En los saberes básicos de ESO y Bachillerato se introduce incluso la referencia a la situación legal de las lenguas de España: «Indagación en torno a los derechos lingüísticos y su expresión en leyes y declaraciones institucionales» (ESO) o «Derechos lingüísticos, su expresión en leyes y declaraciones institucionales. Modelos de convivencia entre lenguas, sus causas y consecuencias» (Bachillerato). No obstante, en esta competencia específica y en los saberes básicos asociados se amplía el foco de la diversidad lingüística (interlingüística, diatópica, diastrática y diafásica, para usar los términos bien conocidos de Eugenio Coseriu), y también, por la inclusión, hay referencias a las lenguas signadas. Al final de la presentación general de las competencias específicas del Bachillerato y de la ESO, alejado de esta primera competencia específica, se introduce un comentario para recomendar una metodología específica, conectadas con la diversidad interlingüística, el tratamiento integrado de lenguas (TIL).

2. Las competencias específicas segunda a sexta se vinculan con el bloque «Comunicación». Concretamente, las competencias específicas segunda y tercera describen las capacidades de comprensión y producción de textos orales (y multimodales, un leitmotiv de este currículo); mientras que la cuarta y quinta hacen lo propio con la comprensión y producción de textos escritos (y multimodales).

En la competencia segunda (comprensión de textos orales y multimodales) se determina que las capacidades básicas son, según el currículo, la selección de información, el reconocimiento de la intención del emisor y el reconocimiento de forma y contenido (es decir, los patrones discursivos o el género discursivo, supongo) y el análisis de la fiabilidad de la fuente. El propósito de este esfuerzo de comprensión e interpretación es «construir conocimiento», «formarse opinión» y «el disfrute y ocio». En mi opinión, esta competencia segunda no es sino una versión reducida de la ALFIN/AMI. En el Bachillerato, los ámbitos sobre los que se trabajan estas habilidades son los textos académicos y de los medios de comunicación, a los que no se hace referencia en la competencia específica segunda de la ESO.

De otro lado, en estas habilidades de comprensión de textos orales y multimodales se ha introducido, con acierto, en mi opinión, un modelo de comunicación próximo a la Teoría de la Relevancia de D. Sperber y D. Wilson, puesto que comprender un texto oral o multimodal no se reduce a descodificar el código lingüístico utilizado, sino que también entra en juego la intención, así como elementos contextuales comunicados, pero no dichos (para usar los términos de J.P. Grice) que sobrepasan el contenido literal para construir un sentido: «proceso de interpretación de intenciones en el que entran en juego el conocimiento compartido entre interlocutores y todos aquellos elementos contextuales y cotextuales que permiten ir más allá del significado del texto e interpretar su sentido».

De modo paralelo, se ha definido la competencia específica cuarta: comprensión de textos escritos. A saber, se pone el foco en la información implícita para el cálculo de inferencias y el cálculo de la intención comunicativa (de nuevo, el modelo de la Relevancia), la selección de información (ideas principales y secundarias, sentido global), forma y contenido (géneros discursivos) o la calidad o fiabilidad de las fuentes (otra vez una alfabetización informacional limitada). La finalidad o funcionalidad, como en el caso de los textos orales, es construir conocimiento y necesidades diversas. Asimismo, en Bachillerato, no en la ESO, se hace especial mención a los textos académicos y a los géneros periodísticos.

Las competencias específicas tercera y quinta, de modo paralelo, explican las habilidades para la producción de textos orales (competencia específica tercera) y de textos escritos (competencia específica quinta).

En el Bachillerato, en esa progresión y profundización que se indica en el currículo respecto de la ESO, los textos orales (y multimodales) serán de registros formales. Asimismo, como en el caso de los textos escritos, se facilita una secuencia de fases, bien conocida, para la composición de textos escritos y discursos orales formales, es decir, una secuencia estratégica: planificación, producción, ensayo y revisión. Quizás lo que se echa en falta es una referencia al proceso de composición como una tarea estratégica, sí, pero también como una actividad modelada, es decir, a partir de modelos próximos- aprendizaje entre pares o mentorización- o más alejados: modelos del propio profesor y/o de otras fuentes (mediáticas, literarias). Por lo que se refiere a la funcionalidad de estos aprendizajes, como en otros lugares, se indica, acertadamente, además de construir conocimiento, el propósito es participar el alumnado, con solvencia y éticamente, en diferentes contextos sociales y académicos. Asimismo, se pone de relieve el concepto de adecuación discursiva de estos textos y discursos que se explica, vía Gramática Sistémico-Funcional de M. Halliday, aunque no se cita, mediante los conceptos de contexto de cultura (géneros discursivos específicos) y contexto de situación o registros, esto es, que se define por tres variables interrelacionadas: el campo, el tenor y el modo. Es curioso que en esta competencia tercera se introduce el término «cooperación conversacional«, pero con un sentido poco técnico, pero es inevitable recordar el principio de cooperación conversacional que formuló J. P. Grice. Por último, las tecnologías de la información y la comunicación, además de permitir la comunicación síncrona y asíncrona, permiten el registro de estas intervenciones orales del alumnado, tanto para su difusión como para su análisis y revisión. Sin duda, el profesor de Lengua castellana dispone, mediante la grabación en audio y vídeo de los discursos orales de su alumnado, de una eficaz herramienta para el progreso y mejora de las habilidades discursivas de sus pupilos.

De otro lado, la competencia específica quinta, la composición de textos escritos y multimodales, se redacta de modo paralelo a la tercera, como hemos indicado. En consecuencia, se reiteran: los contextos académicos y mediáticos, contraponiendo información y opinión (para el Bachillerato); los conceptos de géneros discursivos y registro, así como los de corrección, coherencia y cohesión; la funcionalidad de estos aprendizajes ( responder a la demanda de contextos sociales concretos); la secuencia de cuatro fases (en la planificación, sí se incorpora la revisión de los modelos que habíamos reclamado más arriba; textualización, revisión y edición) y, finalmente, se insiste sobre los nuevos formatos hipertextuales y multimodales de escritura.

La competencia específica sexta, como hemos señalado en otro artículo (vid. Nota final de este artículo), se corresponde con las habilidades necesarias para una alfabetización informacional muy limitada (pero no mediática ni digital), a saber, búsqueda y selección de fuentes para transformar la información en conocimiento que se comunica éticamente en la realización de pequeños trabajos de investigación. Y para estos pequeños trabajos de investigación, esto es, para esta funcionalidad- al modo en que aparecía en versiones anteriores de este currículo de enseñanzas medias- parece limitarse esta competencia específica sexta. De hecho, tanto en el caso de la ESO como en el de Bachillerato, se anotan algunas observaciones sobre las normas de presentación de escritos para pequeños trabajos de investigación (índice, epígrafes, notas, citas, bibliografía…).

En el currículo de la ESO y en el de Bachillerato la formulación de esta competencia sexta coincide y recuerda claramente, sin que se cite, a la definición de ALFIN de 2004 (no la actual de 2018): «transformar la información en conocimiento, reconociendo cuándo se necesita, dónde buscarla, cómo gestionarla, evaluarla y comunicarla, adoptando un punto de vista crítico y personal, y evidenciando una actitud ética». Copio más abajo la definición ALFIN de 2004 para que observe el estrecho paralelismo:

Puesto que es el propósito de ese otro artículo que he citado Sobre ALFIN/AMI en el currículo español: reales decretos de ESO y Bachillerato (y ii) no voy a insistir aquí sobre las limitaciones y, en consecuencia, la falta de coherencia, amén de las reiteraciones y confusión, que produce este uso parcial y limitado de esta competencia ALFIN/AMI. Y es curioso porque el legislador parece conocer este concepto de AMI que incluso cita como tal en el currículo del Bachillerato en esta competencia específica sexta: «Se trata de una apuesta por la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI)». No parece necesario reiterar que esta «apuesta», desde mi punto de vista, es fallida.

Las competencias séptima y octava se vinculan con el bloque de contenidos o saberes básicos «Educación Literaria». Es importante subrayar que, como ya sucedía en anteriores currículos, estas competencias y sus saberes básicos asociados no se limitan ni circunscriben a un enfoque historicista de la Literatura. De ahí que el bloque se denomine «Educación literaria», a saber, se trata de formar al alumnado como lectores competentes de obras literarias. Por tanto, el rol del profesor de Literatura es otro:

En estas competencias curriculares se diferencia la lectura autónoma y la lectura guiada. Así, en la competencia séptima se introducen conceptos como itinerario lector, identidad lectora, dimensión social de la lectura y comunidad de lectores para compartir experiencia de lectura. En el Bachillerato esta competencia sexta de lectura autónoma sí se vincula a «obras relevantes de la literatura contemporánea». Asimismo, en esta etapa del Bachillerato el alumnado se servirá de su propia experiencia lectora para establecer relaciones entre la lectura autónoma y la lectura guiada y, de este modo, mejorar su comprensión e interpretación de los textos literarios.

De otro lado, en la competencia octava se desarrolla en torno a la lectura guiada. A esta lectura guiada por el profesor se asocian elementos como la interpretación y valoración mediante un metalenguaje específico; verbalización de juicios de valor argumentados; vinculación de los textos literarios con otras manifestaciones artísticas para configurar un mapa cultural en un enfoque intertextual e intercultural; creación de textos con intención literaria como medio para conocer las convenciones formales de los géneros literarios o la construcción de itinerarios temáticos o de género de diferentes épocas y contextos para una lectura comparada. Asimismo, en el Bachillerato se insiste en que el corpus de obras ha de ser limitado, sin «pretensiones enciclopédicas», de tal modo que estos títulos permitan su contextualización histórica y cultural.

Sobre los conocimientos lingüísticos y su sentido se diserta en la competencia novena. Y esta competencia específica se conecta con su correspondiente bloque de contenido, «Reflexión sobre la lengua». Tal como sucedía también en currículos anteriores, en el currículo actual el conocimiento lingüístico no tiene valor per se, es decir, puramente teorético, sino que está al servicio de la mejora en la producción e interpretación de textos y discursos. A saber, el conocimiento del sistema lingüístico, en sus diferentes niveles (fonético-fonológico, morfológico, sintáctico, semántico y pragmático) es puramente ancilar, al modo del papel que la Gramática desempeñaba en la antigua Retórica. En consecuencia, se habla de «movilizar el conocimiento» (en la ESO) para mejorar las destrezas tanto de producción como de comprensión.

Además, el enfoque del conocimiento lingüístico en el currículo actual (también en anteriores) se vincula a los usos reales. Pese a esta declaración del legislador, no se le oculta a ningún lingüística la enorme dificultad del trabajo sobre corpus de muestras reales.

Por último, sin olvidar su funcionalidad (la mejora de la interpretación y producción), se detalla, en el Bachillerato, un programa de investigación lingüística para «construir de manera progresiva un conocimiento explícito sobre cómo funciona el sistema lingüístico». Y este programa de investigación parte del análisis del significado y función de las formas lingüísticas en el discurso para establecer generalizaciones, mediante la manipulación de enunciados, el contraste entre oraciones, la formulación de hipótesis y reglas, o el uso de contraejemplos. Este programa de investigación recuerda a aproximaciones actuales a la gramática mediante estrategias como los pares mínimos, el análisis de secuencias agramaticales, los análisis inversos, el estudio de ambigüedades… de grupos como GrOC (Gramática Orientada a las Competencias). Sin embargo, la propuesta de GrOC, a diferencia de lo que se indica en esta competencia específica novena, no tiene como finalidad la mejora de destrezas de comprensión y producción textuales del alumnado, sino la de mediar y facilitar la reflexión puramente lingüística.

Finalmente, la competencia específica décima es de carácter transversal. Los usos discursivos y textuales se conectan con la convivencia, la resolución dialogada de conflictos, la igualdad de derechos, los usos no discriminatorios… para el ejercicio de una ciudadanía activa, democrática y responsable. Como señalé en un artículo anterior, Reales decretos de ESO y Bachillerato: aspectos generales, estos contenidos transversales son redundantes, en mi opinión, y, me parece, son restos de currículos anteriores donde no existía o era menos relevante el concepto de competencia clave, ni el de competencia específica.

En fin, para concluir, creo que este currículo de la materia tanto para la ESO como para el Bachillerato introduce algunos elementos de valor diverso:

  • un bloque de contenido específico para la diversidad lingüística;
  • un programa de investigación lingüístico moderno, contradictorio con un enfoque ancilar de la Lingüística;
  • la introducción, fallida, de la ALFIN/AMI;
  • los conceptos de género y registro de la Gramática Sistémico-Funcional;
  • un modelo de comunicación próximo a la Teoría de la Relevancia y los principios de cooperación conversacional de J. P. Grice;
  • una propuesta de producción de textos y discurso en cuatro fases;
  • la contraposición de lectura guiada y lectura autónoma; o
  • los conceptos de mapa cultural, itinerario lector o identidad lectora

Y estos elementos, más o menos novedosos, conviven con enfoques, comunes a currículos anteriores, como los saberes lingüísticos limitados a la mejora de los usos discursivos e interpretativos de los hablantes; una concepción de ALFIN/AMI circunscrita a la fase documental de un pequeño trabajo de investigación o las referencias a contenidos o temas transversales. Tal como hemos tratado de explicar, en ocasiones, entran en conflicto las novedades con las herencias.

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Sobre ALFIN/AMI en el currículo español: reales decretos de ESO y Bachillerato (y ii)

Hace unos días publiqué en este mismo blog una primera aproximación, una primera lectura inicial, sobre algunos aspectos generales de los reales decretos curriculares de ESO y Bachillerato (marcos supranacionales con los que se relacionan, el perfil de salida, competencia específica, criterios de evaluación, situación de aprendizaje…) que se han publicado recientemente. Comoquiera que he seguido leyendo con cierta atención este texto normativo, voy a ir trasladando en este blog algunas otras observaciones que se derivan de esta(s) lectura(s).

En esta ocasión voy a referirme a un aspecto mucho más específico y concreto que ha llamado mi atención. Más concretamente, esta nota tratará sobre el concepto de alfabetización informacional (ALFIN) o en su formulación UNESCO, alfabetización mediática e informacional (AMI), y su traslado, imperfecto, en el currículo español de enseñanzas medias.

0. En 2004 la CILIP británica define la competencia de alfabetización informacional del modo siguiente:

Angela Abell, Chris Amstrong, Debbi Bodden, J. Stephen Town, Sheila Weber y Marcus Wooley. Alfabetización en información: la definición de CILIP (UK). 2004. Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios, diciembre, 19, 77, pp. 79-84

Evidentemente, en una sociedad informacional, la alfabetización de la población no puede limitarse al conocimiento de la lectura y la escritura en su lengua materna ( o en otras lenguas extranjeras), sino que es necesario que la persona pueda ser competente tanto en el acceso a la información (búsqueda, análisis y selección de fuentes), como en la gestión de esa información, de tal modo que se convierta esta información adquirida en un conocimiento comunicable y que la comunicación social de ese conocimiento se realice de modo ético.

Llama la atención que sean los bibliotecarios, como especialistas, entiendo, en la gestión de la información, y no las instituciones educativas, los que subrayen la necesidad de dotar de este tipo de habilidades a la ciudadanía. De hecho, en 2016 son los propios bibliotecarios españoles, más concretamente, el Consejo de Cooperación Bibliotecaria quienes publican un informe en prensas oficiales cuyo título es Integración de las competencias ALFIN/AMI en el sistema educativo: referencias, contexto y propuestas. En este informe incluso proponen un decálogo para integrar estas competencias informacionales en el sistema educativo. Y facilitan esta infografía para sintetizar esas 10 acciones integradoras:

Consejo de Cooperación Bibliotecaria. 2016. Integración de las competencias ALFIN/AMI en el sistema educativo: referencias, contexto y propuestas. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría General Técnica, p. 48

Pero antes de comprobar cómo se ha integrado o no la competencia ALFIN, conviene conocer que en 2018 el CILIP modifica la definición de esta competencia del modo siguiente:

INFORMATION LITERACY GROUP (ILG) de CILIP. Definición de alfabetización informacional de CILIP, 2018. Anales de
Documentación,
2020, vol. 23, nº 1. Disponible en: http://dx.doi.org/10.6018/analesdoc.373811

En una simple comparación entre las dos definiciones de ALFIN, la de 2004 y la de 2018, está claro que en la versión más reciente se pone el énfasis en el desarrollo del pensamiento crítico del ciudadano que se deriva de un acceso y gestión de la información competente y que le permite tomar parte y comprometerse activamente en la vida social. Es decir, entre otros aspectos, se subrayan, aunque ya aparecía en 2004, los aspectos éticos y legales relacionados con el uso de la información: privacidad, protección de datos, libertad de información, libre acceso a la información o los datos, fake news, participación en redes sociales…

De otro lado, la UNESCO en 2005, en la Declaración de Alejandría, había situado la Alfabetización Mediática e Informacional (AMI) en el centro de un aprendizaje a lo largo de toda la vida:


Alton Grizzle, Carolyn Wilson, Ramon Tuazon, Kwama Akyempong, Chi-Kim Cheung. 2011. Alfabetización mediática e informacional: Curriculum para profesores. París: UNESCO, p. 18

Es fácil notar que en este modelo existe una dimensión individual, la ALFIN, pero también una dimensión que subraya la necesaria alfabetización en los medios de comunicación social, para conocerlos, evaluar sus contenidos y comprometerse en una participación democrática.

Asimismo, hemos de indicar que en la definición de ALFIN de 2018 el CILIP hace hincapié en que en su nueva definición se ha propuesto integrar la alfabetización digital (digital literacy), la alfabetización académica (academic literacy) y la alfabetización mediática o en medios de comunicación (media literacy).

En síntesis, la UNESCO pone de relieve que en las sociedades modernas el aprendizaje de la ciudadanía debe incorporar no solo el acceso y gestión de la información, sino que ha de prestarse especial atención a los medios de comunicación social que transmiten la información. Es decir, proponen un modelo dual, pero interrelacionado, de habilidades informacionales. Y el CILIP, sensible a este modelo de la UNESCO al que citan, propone en su definición revisada y defiende que la ALFIN integra las habilidades digitales o competencia digital, la alfabetización en su sentido tradicional (la lectoescritura) y también el conocimiento y uso de los medios de comunicación social o alfabetización mediática. Sobre cómo aparecen estos conceptos en el currículo español trataremos ahora.

1. La competencia ALFIN /AMI no aparece 1 incorporada al currículo de ESO y Bachillerato, como competencia ni clave ni específica. Probablemente, la razón sea las fuentes del currículo. De un lado, el concepto y listado de competencias clave en el currículo procede de la Recomendación del Consejo de la Unión Europa de 22 de mayo de 2018 y aunque no se cita, la competencia digital parece que remite a la descripción que de ella se facilita en el marco europeo DigComp. No obstante, sí se incorpora la ALFIN/AMI, si bien en un marco dual y desligadas, con los inconvenientes que ello implica de falta de cohesión y, por tanto, de coherencia, así como duplicidades y reiteraciones.

Así, en la descripción inicial de la competencia en comunicación lingüística– esta descripción es idéntica en ESO y Bachillerato- se indica que esta habilidad supone interactuar en diferentes canales: oral, escrito, signado- es una constante la referencia a este canal para la inclusión de personas sordas- o multimodal, y con este adjetivo, que también se reitera, se incorpora al currículo el elemento transmedia y la comunicación hombre-máquina. Además, se manifiesta que esta interacción se producirá en diferentes ámbitos y contextos, que se detallarán en los descriptores, para valorar críticamente mensajes evitando los riesgos de manipulación y desinformación y esa interacción con otros y con otros mensajes es cooperativa y ética, entre otros modos. Basta con releer los elementos que he marcado en negrita para comprobar que en la competencia en comunicación lingüística se integran varios rasgos de la ALFIN/AMI: medios de comunicación social, comunicación social y ética, y pensamiento crítico. Como decía, en los descriptores de la CCL, con más detalle, se manifiesta que en Bachillerato- no aparece extrañamente este ámbito en la ESO- se interpretarán de modo crítico los textos de los medios de comunicación (descriptor CCL2 de Bachillerato). Asimismo, en el descriptor CCL3 se secuencian las fases de una búsqueda documental (localizar, seleccionar y contrastar información de diferentes fuentes) para evitar la manipulación y la transformación en conocimiento de esa información se comunicará «de manera clara y rigurosa» y respetuosa con la propiedad intelectual. Por último, en el descriptor CCL5 se localizan los aspectos éticos de la comunicación: igualdad de derechos frente a la discriminación o el abuso de poder, o bien la solución dialogada de conflictos.

Por otro lado, en la competencia digital, en su descripción general, se indica que implica, entre otros aspectos, el uso crítico de las tecnologías digitales, para el aprendizaje y también para la participación en sociedad. Y esta alfabetización digital incorpora, entre otros dominios, la educación mediática y la ciudadanía digital, la propiedad intelectual y el pensamiento crítico. Desde esta descripción inicial, nos parecen evidentes las reiteraciones con la CCL: educación en los medios, pensamiento crítico y dimensión ética de esta habilidad. Si ahora revisamos los descriptores de esta CD, en CD1 se insiste en la búsqueda de información que tenga en cuenta la «validez, calidad, actualidad y fiabilidad» de las fuentes. Son palmarias las coincidencias e incluso identidades con el descriptor CCL3. También en CD2 se incide sobre «los derechos de autoría» que se recogían en CCL3 como el respeto a la propiedad intelectual. Y, por último, en CD3 se detalla la ciudadanía digital ética: «una ciudadanía digital activa, cívica y reflexiva», no muy diferente de lo que se detallaba en CCL5.

Competencia digitalCompetencia en comunicación
lingüística
CD1. Realiza búsquedas avanzadas comprendiendo cómo funcionan los motores de búsqueda en internet aplicando criterios de validez, calidad, actualidad y fiabilidad, seleccionando los resultados de manera crítica y organizando el almacenamiento de la información de manera adecuada y segura para referenciarla y reutilizarla posteriormente.CCL3. Localiza, selecciona y contrasta de manera autónoma información procedente de diferentes fuentes evaluando su fiabilidad y pertinencia en función de los objetivos de lectura y evitando los riesgos de manipulación y desinformación, y la integra y transforma en conocimiento para comunicarla de manera clara y rigurosa adoptando un punto de vista creativo y crítico a la par que respetuoso con la propiedad intelectual.
CD2. Crea, integra y reelabora contenidos digitales de forma individual o colectiva, aplicando medidas de seguridad y respetando, en todo momento, los derechos de autoría digital para ampliar sus recursos y generar nuevo conocimiento.CCL2. Comprende, interpreta y valora con actitud crítica textos orales, escritos, signados o multimodales de los distintos ámbitos, con especial énfasis en los textos académicos y de los medios de comunicación, para participar en diferentes contextos de manera activa e informada y para construir conocimiento.
CD3. Selecciona, configura y utiliza dispositivos digitales, herramientas, aplicaciones y servicios en línea y los incorpora en su entorno personal de aprendizaje digital para comunicarse, trabajar colaborativamente y compartir información, gestionando de manera responsable sus acciones, presencia y visibilidad en la red y ejerciendo una ciudadanía digital activa, cívica y reflexiva.CCL5. Pone sus prácticas comunicativas al servicio de la convivencia democrática, la resolución dialogada de los conflictos y la igualdad de derechos de todas las personas, evitando y rechazando los usos discriminatorios, así como los abusos de poder, para favorecer la utilización no solo eficaz sino también ética de los diferentes sistemas de comunicación.

Me parece que basta este simple cotejo entre la CCL y la CD y sus descriptores para demostrar lo que afirmaba más arrriba: son muchas las reiteraciones y coincidencias, pero, además, ello supone, en mi opinión, falta de coherencia por la diseminación. De hecho, creo que ello impide que el descriptor de la competencia clave, una de las novedades del actual currículo, cumpla con su declarada función: ser operativos para facilitar la medición o evaluación y, mediante la concreción, servir de vínculo con lo que se denomina en el currículo la competencia específica de cada materia, puesto que van a multiplicarse en las competencias específicas esos vínculos con los diferentes descriptores de CD y CCL.

La solución a esta dificultad que señalo creo que se hallaba en la formulación de una competencia ALFIN/AMI que he revisado rápidamente en la primera sección de este artículo, puesto que esta » Incluye el pensamiento crítico y la conciencia crítica, así como la comprensión de los aspectos tanto éticos como políticos relacionados con el uso de la información» (Vid. Information Literacy Group (ILG) de CILIP. Definición de alfabetización informacional de CILIP, 2018.  Anales de Documentación, 2020, vol. 23, nº 1, p. 2). Por lo que, como hemos ya subrayado más arriba, la ALFIN se relaciona e incluye la alfabetización mediática, académica y digital.


NOTA

1. Sí hay referencias a la competencia ALFIN/AMI en el currículo de Lengua castellana y Literatura. Se describe esta competencia, en un párrafo específico, dentro del bloque de saberes básicos «Comunicación», en el currículo de ESO y Bachillerato, e incluso se cita abreviada (AMI) en la competencia específica sexta, solo en el caso del Bachillerato. E incluso hay referencias a la alfabetización informacional en las competencias específicas segunda y cuarta, es decir, las referidas a la comprensión de textos, tanto en el currículo de ESO como el de Bachillerato. Sin embargo, como hemos concluido en este artículo, esas referencias dispersas a al ALFIN/AMI en el currículo de Lengua castellana produce los mismos efectos que hemos señalado en el currículo general de estas etapas: falta de coherencia por la dispersión. De este modo, el valor central de la ALFIN/AMI que es, a nuestro juicio, su carácter integrador de alfabetizaciones- mediática, académica y digital- se diluye y pierde.